El Viejo Del Escenario Es Un Loco!

En la mañana fuimos nuevamente al cerro Ñielol y con mi hermana subimos a pie. Que paseo más lindo, sentir ese aire puro y ver el cielo tapado por los árboles... al rato de subir yo ya estaba cansada y en un momento incluso nos perdimos pero al fin tomamos bien el rumbo y al llegar a la punta, casi al mirador con mi hermana gritamos de felicidad. Luego vinieron fotos con mi abuelita y familia, después al restaurant a comer Mote con Huesillo, y al lado la vista de la ciudad de Temuco. Bonito, bonito. Carla vamos a bajar en auto! Estas loca! subimos a pie y bájamos a pie... Bueno, ya nosotras bajamos a pie, chao!. Bajamos en tiempo record, unos 12 minutos. Se hizo bastante corto, y yo hice algo que no hacía desde los 5 años. Hacer pipí en un lugar público. Y si, lo siento. No tenía tantas ganas, lo que me tentaba era la idea de hacer en el Ñielol, así es que en un, dos, tres y listo! claro, no había gente bajando así que fue bastante divertido.

En el escenario de la plaza, había un viejo gritando y hablando puras weas (eso pensaba yo).
Papá! mira el tata debe tomarse sus pastillas. Mal educada. Resulto ser el tío de mi papá. El famoso tío Miguel. Claro el otro día cuando fuimos a Lautaro, aprovechamos de pasar al cementerio, ahí está enterrada la hermana mayor de mi abuelita. La tía Betty, que en realidad se llamaba Albertina. Estudió pedadogía, pero nunca ejerció, de hecho paso toda su vida en su casa de Lautaro. Bueno, como su tumba no tiene nombre (la compro su hija, que es una persona bastante "especial") mi abuelita le dijo al encargado: la señora Albertina, esposa del señor Miguel Deveaud. Al señor Miguel lo conoce todo el pueblo, un señor que camino desde Lautaro a Temuco con sólo 89 años (ahora tiene 91) y por ello salió en el diario, señor que tiene 18 hijos de diferentes esposas, señor que tiene celular y se conserva en un estado ultra bien. Pues por todas esas razones, yo lo quería conocer, así que al momento de que mi padre lo vió en el escenario lo reconoció y luego lo saludó. Lo llevo a casa de mi abuelita y tomamos once con él. Las mujeres del pueblo le tenían una canción... luego la escribiré. El hablabla todo el rato, contaba sus peripecias y así... un gusto haberlo conocido.